quinta-feira, 26 de agosto de 2010

[“a mi en realidad no me puede suceder ni medio” pensaba Oliveira. “No me va a caer jamás una maceta en el coco.” ¿Por qué entonces la inquietud, si no era la manida atracción de los contrarios, la nostalgia de la vocación y la acción? Un análisis de la inquietud, en la medida de lo posible, aludía siempre a una descolocación, a una excentración con respecto a una especie de orden que Oliveira era incapaz de precisar. Se sabía espectador al margen del espectáculo, como estar en un teatro con los ojos vendados; a veces le llegaba el sentido segundo de alguna palabra, de alguna música, llenándolo de ansiedad porque era capaz de intuir que ahí estaba el sentido primero. En esos momentos se sabía más próximo al centro que muchos que vivíanconvencidos de ser el eje de la rueda, pero la suya era una proximidad inútil, un instante tantálico que ni siquiera adquiría calidad de suplicio. Alguna vez había creído en el amor como enriquecimiento, exaltación de las potencias intercesoras. Un dia se dio cuenta de que sus amores eran impuros porque presuponían esa esperanza, mientras que el verdadero amante amaba sin esperar nada fuera del amor, aceptando ciegamente que el día se volviera más azul y la noche más dulce y el tranvía menos incómodo. “Hasta de la sopa hago una operación dialéctica”, pensó Oliveira. De sus amantes acababa por hacer amigas, cúmplices en una especial contemplación de la circunstancia. Las mujeres empezaban por adorarlo (realmente lo hadoraban), por admirarlo (una hadmiración hilimitada), después algo les hacía sospechar el vacío, se echaban atrás y él les facilitaba la fuga, les abría la puerta para que se fueran a jugar a otro lado. En dos ocasiones había estado a punto de sentir lástima y dejarles la ilusión de que lo comprendían, pero algo le decía que su lástima no era auténtica, más bien un recurso barato de su egoísmo y su pereza y sus costumbres. “La Piedad está liquidando”, se decía Oliveira y las dejaba irse, se olvidaba pronto de ellas.]

rayuela - cortázar

segunda-feira, 4 de janeiro de 2010

el tiempo se abre en dos: hora del salto mortal

[Graças às festas, o mexicano se abre, participa, comunga com os seus semelhantes e com os valores que dão sentido à sua existência religiosa ou política. E é significativo que um país tão triste como o nosso tenha tantas festas e tão alegres. Sua frequência, o brilho que atingem, o entusiasmo com que todos participamos, parece revelar que, sem elas, arrebentaríamos. Elas nos liberam, mesmo que só momentaneamente, de todos esses impulsos sem saída e de todas essas matérias inflamáveis que guardamos no nosso interior. Mas, diferentemente do que ocorre em outras sociedades, a festa mexicana não é absolutamente um regresso a um estado original de indiferenciação e liberdade; o mexicano não tenta regressar, e sim sair de si mesmo, ultrapassar-se. Entre nós, a festa é um explosão, um estouro. Morte e vida, júbilo e lamento, canto e uivo se juntam nos nossos festejos, não para se recriarem ou se reconhecerem, mas sim para se entredevorarem. Não há nada mais alegre que uma festa mexicana, mas também não há nada mais triste. A noite de festa é também noite de luto.]
El laberinto de la soledad - Octavio Paz

segunda-feira, 28 de dezembro de 2009

quero ser índia cacique da minha neve.
do meu território doente, das minhas feridas de cascas lascadas.
sentada no gelo, cocar desbotado de penas de corvo
vou mastigar com ânsia os braços e pernas e orgãos dos meus crimes, dos meus amores, das desmembradas sobras do passado.
até que se tornem mim.

Deus há de me dar estômago e paz.